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El campo de la salud, sus dimensiones y las incidencias del macro-sistema: un enfoque desde la complejidad.

Dra. Susana E. Morgado. Licenciada en Ciencias Psicopedagógicas. Licenciada en Psicología. Doctora en Psicología (Área Psicología de la Salud)
Introducción

La construcción de este trabajo reflexivo refiere  a la salud,  sus servicios y el impacto de aquellos factores que tienen lugar en el macro-sistema que contiene a estos fenómenos. Siguiendo a Spinelli (2010), es bastante común hallar consideraciones bajo la mención de “sistema de salud”,  toda vez que se pretende aludir a los sub-sectores que componen la gama de sus prestaciones, las instituciones y los insumos implicados; pero en este caso se tomará como referencia la noción de “campo de la salud” al considerar que en este término radica la posibilidad de pensar en otro escenario, en que las interacciones entre sus diversos actores, con sus intereses y necesidades; sus variados recursos, con sus adecuaciones o limitaciones, habilitan a problematizar acerca de cómo se ejercitan el acceso y el derecho a la salud por parte de las personas, sus grupos y sus comunidades.

Cabe pensar en los protagonistas de este campo, donde se tejen en su devenir cotidiano y en su dinámica de funcionamiento, una red relacional en la que cada actor procura preservar su lugar y su dominio. Como factor adicional, debe atenderse a que estos fenómenos se hayan en constante exposición a las incidencias del contexto o macro-sistema en que está inmerso el campo.

 

De aquí que sea de interés, sentar las bases para un análisis teórico desde el enfoque de la complejidad, con sus causalidades circulares, en un circuito de permanente retro-alimentación que pondrá luz sobre aquellos retrocesos, estancamientos o los esperados avances, hacia la finalidad de este campo, cual es la de garantizar el buen despliegue de los servicios en salud, el acceso a quienes los requieren y en el marco de un desarrollo institucional adecuado a estos fines.

 

Desarrollo

Siguiendo consideraciones de Zabala et al. (2020), es posible reflexionar acerca de los procesos de salud - enfermedad de la población, así como a sus condiciones reales de acceso a los servicios orientados a proveer salud, o gestionar su recuperación, desde perspectivas integradoras y que definitivamente trascienden el exclusivo modelo biomédico. La visión debe centrarse en un complejo proceso social, que implica diversos componentes de carácter teórico - prácticos, experienciales, ideológicos y políticos, entre otros. 

Ocuparse de la salud de la población, conocer sus desvíos, ocurrencias y prevalencias, necesariamente convoca a tener en consideración a todos los actores involucrados, el universo de usuarios, donde también se incluyen prestadores, equipos de profesionales, gestores y decisores políticos.

Así también, reconocer el complejo mapa de la distribución de recursos, en todos sus sentidos, económicos, simbólicos culturales. Y como fuerza de permanente incidencia, el macro-sistema socio-económico. político y cultural que contiene al campo de la salud. De estos factores en interjuego, siempre dependerán en forma directa o indirecta, el acceso real a los servicios, así como el ejercicio de derechos implicados en este fenómeno.

Según Erazo (2015), los servicios de salud, confrontan en modo permanente con aquellos desafíos implicados en mejorar y aportar garantías, acerca de las condiciones de salud de las poblaciones. Desafíos que se acentúan en el marco de incesantes cambios demográficos, innovaciones tecnológicas, la complejización de fenómenos sociales, la incidencia de variables económicas, por sólo mencionar algunos hechos. El escenario se torna complejo y amerita una perspectiva de cambios y ajustes necesarios, así como la asunción de férreos compromisos en función de los mismos.

Ya la dinámica misma de este campo de la salud, remite a pensar en un entramado de ideologías, intereses, acciones, modos y recursos institucionales con sus connotaciones propias y según los momentos socio-históricos, políticos y sociales en curso, que siempre dejan en riesgo a la salud como una práctica social y garante del ejercicio de derechos en este sentido.

En palabras de Zabala et al. (2020), entre otras contiendas que encuentra el campo de la salud, se describe aquel relacionado con la órbita de los conocimientos provenientes de las ciencias sociales y su capacidad para debatir en torno a procesos de salud - enfermedad - atención, en un escenario histórica y habitualmente dominado por profesionales de la medicina o de incumbencias en la gestión sanitaria. Con ello, se corre el riesgo de la prevalencia de conocimientos acotados, sin posibilidades para trascender hacia la consideración de condiciones sociales y culturales, sistémicas, para pensar desde otro lugar el acceso y la definición de la salud de la población.

Es preciso dar lugar al cultivo de estos saberes y aportes, en pos de afianzar un concepto y las prácticas en salud implicadas, que resulten holísticas e integrales.

La mayoría de los equipos profesionales son conformados por referentes de las ciencias biomédicas y por ello, se profundiza el desafío de agudizar la visión sistémica considerando el interés de dar lugar a otros protagonismos de quienes tienen otros saberes y técnicas provenientes de las ciencias humanísticas, sociales, económicas, entre las más relevantes.

El campo de la salud es verdaderamente heterogéneo, compuesto de variadas dimensiones, y donde se movilizan capitales económicos, simbólicos, culturales, humanos, siempre en puja buscando su predominio, pero donde debe preservarse la homeostasis para seguir funcionando de acuerdo a una direccionalidad, cual es la de proveer salud.

Además, y manteniendo una perspectiva sistémica, no son pocos los estudiosos  que refieren acerca del campo de la salud caracterizado por la complejidad; entre ellos Spinelli (2010), quien indica que ello se debe a una elevada concentración de capital económico, donde imperan las dificultades de financiamiento, la corrupción que también hace su senda y la prevalencia de estructuras administrativas obsoletas.

Toda una conjunción de elementos que obstaculizan cualquier tentativa de innovación o cambio al compás de los tiempos y de los nuevos desafíos que se imponen. Juega también como elemento de peso, una reconocible falta de regulación en lo concerniente a la formación profesional y en la promoción del “valor social” implicado en toda práctica en salud.

Profundizando en cuestiones netamente económicas, es posible advertir según los últimos reportes (Spinelli, 2010) que, el nivel del gasto en salud en Argentina no estaría en consonancia con los indicadores de salud en el orden nacional.

Aún en tiempos actuales, puede advertirse la persistencia de brechas en términos de acceso a los sistemas de servicios, por parte de algunos sectores de la población en condiciones de mayor vulnerabilidad.

En el otro extremo, puede reconocerse una gama de prestaciones de elevada rentabilidad, provenientes de sectores privados “orientadas a poblaciones sanas con poder de pago de seguros médicos” (p. 276)

En paralelo y según Spinelli (2010), la falta de lógica de algunos modelos de atención, limita seriamente el acceso a poblaciones de menores ingresos y sin cobertura de seguridad social, impactando en la responsabilidad estatal, que debe contenerlas y aportar respuestas en la medida de sus posibilidades presupuestarias.

Todo este escenario remite a pensar en un campo, connotado por la complejidad, los desequilibrios y la falta de equidad.

Como puede advertirse, la impronta del capital económico y las variables del mercado en este campo, es de un considerable e innegable peso. Habrá que ponderar entonces, cómo trabajar en pos de logar mejores indicadores de salud a nivel poblacional, con inversiones adecuadas en términos económicos.

En este sentido, se entiende que es preciso pensar en el diseño de estrategias orientadas a las mejoras en la gestión y planificación de los servicios, a fin de tomar las debidas previsiones ante posibles obstáculos o las dificultades propias de todo sistema complejo, sometido en modo constante a factores de contexto y hasta a veces impredecibles en su evolución; cuyos efectos necesariamente terminan por impactar en perjuicio de quienes esperan el acceso oportuno y efectivo a los servicios de salud. Baste para ello, recordar el inesperado y sorpresivo fenómeno sanitario que se desplegó a nivel mundial ante la humanidad conocido como Pandemia por COVID-19, que obligó a repensar en estrategias y a reconsiderar las lógicas de funcionamiento instituidas en el campo de la salud.

Fue preciso analizar la necesidad de un trabajo sostenido y desde intervenciones integrales, no aisladas, toda vez que estas podrían alterar el equilibrio del campo de la salud, provocando resistencias en algunos de los sub-sistemas o elementos implicados.

Según Erazo (2015) no ha de olvidarse que en todo sistema de salud, es preciso considerar la incidencia de las denominadas variables estructurales (o comandos de control) las cuales pueden ser modificadas por las acciones políticas, esto es, decisiones adoptadas por los responsables de políticas públicas, con el fin de lograr metas de relevancia. El riesgo está en que en algunas ocasiones, existiendo diversas variables posibles de intervenir, éstas no logran ser identificadas de manera adecuada, lo cual explica por qué toda vez que un análisis resulta estrecho, el diseño y la proyección de políticas orientadas a algunas mejoras, no siempre logra estos objetivos en la medida de lo esperado. (p.249) .

En sintonía con estas consideraciones, puede aludirse a la estrategia del “No Hacer” (Burijovich et al., 2022), como propuesta nacional de intervenciones precisamente orientadas a evitar el despliegue de medidas innecesarias; en especial por su muy baja o nula efectividad, en aras de potenciar el mejor uso de los recursos sanitarios. Se trata de iniciativas propuestas después de la Pandemia, que vienen siendo muy utilizadas en países europeos como España y donde se avanza en la verificación de compromisos asumidos por la ciudadanía en torno a asumir decisiones, experiencias, motivaciones por parte de las personas involucradas, en preservar medidas tendientes al reaseguro de un mejor nivel en cuanto a la calidad de vida.

Tiene relación con una nueva conceptualización a ser desplegada en el campo de la salud, donde usuarios/as y profesionales se comprometen con garantías explícitas acerca de aquellas prácticas y también prestaciones médicas de reconocida eficacia, buscando la “desmedicalización y la desprescripción, potenciando otros tipos de tratamientos no farmacológicos” (p. 56)

“Especifican propuestas de lineamiento de política pública, cuyas           recomendaciones apuntan reducir los daños de las intervenciones preventivas, diagnósticas y terapéuticas identificadas como de “bajo valor”; e implementar una asignación de recursos eficiente y equitativa en salud, con énfasis en los              determinantes sociales de la salud y las prácticas de alto valor”(p56)

Tal como puede apreciarse, es necesario poner en valor el rol del campo de la salud en el marco de las políticas públicas y de las constantes incidencias del contexto. Para que los cambios y ajustes necesarios, sean posibles, las dimensiones que lo componen deben disponer de atributos como flexibilidad y adaptabilidad a estas variables en juego. Las mismas serán cruciales para asegurar la perdurabilidad de la esencia del campo y su direccionalidad hacia las finalidades que le dan sentido.

 
Conclusión  

En este recorrido es posible entonces, reconocer al campo de la salud, connotado como un modelo de complejidad dinámica, donde los ciclos son interactivos y se retroalimentan, no habiendo lugar para las representaciones lineales. Así también, es preciso destacar el enorme peso que tiene la posibilidad y la necesidad de innovación en términos de políticas públicas, lo cual puede traducirse en la generación de nuevos planes, programas e intervenciones sanitarias con fiel ajuste a los tiempos y los cambios que devienen en el mismo. Estos fenómenos necesariamente orientan a contemplar interacciones con otros sistemas o subsistemas de injerencia; tales como otras instituciones u organizaciones cuyo saber y saber-hacer, preservan estrecha relación con temas de salud.

A partir de los precursores consultados y la literatura referida, puede concluirse en la ratificación de que el fortalecimiento del campo de la salud, tiene relación directa con procesos vinculados a la información, la planificación y la evaluación de los recursos (capitales en todos sus sentidos) implicados en el campo; la oportunidad y eficiencia en la valoración de los resultados, en cuanto a sus niveles de impacto acerca de las metas esperadas, cual es la de garantizar salud, el acceso y el ejercicio de derechos en este sentido, por parte de la población.

La consigna muy conveniente, será entonces no perpetuar asignaciones de recursos que sostienen históricos errores en el devenir de las intervenciones implicadas en el campo, en sus dimensiones y que confronta con los avatares propios de las incidencias del contexto o macro-sistema.  Para ello, habrá que reconocer las valiosas oportunidades que pueden representar aquellas experiencias realmente innovadoras, que prometan trascender inercias o retrasos en las respuestas sanitarias.

Deben ser innovaciones cuyos enfoques superen la linealidad y el reduccionismo al abordar temas de salud, porque de no ser así, estarán condenadas al fracaso. Además, no habrá que descuidar la importancia de que tales innovaciones se sustenten en la propia complejidad del campo de la salud, reconociendo su naturaleza, su composición a partir de diversas dimensiones, estructuras y funciones.

Finalmente, se comprende que el campo de la salud requiere de un replanteo conceptual y también de ser “nutrido” de propuestas programáticas verdaderamente innovadoras, donde los aportes teóricos desde una perspectiva sistémica, pueden resultar instrumentalmente esclarecedores y orientativos, en pos de encausar acciones transformadoras en un pleno sentido estratégico y eficiente, para beneficio de la población.

Estas consideraciones revisten capital importancia, por cuanto se trata de la salud y las instituciones que trabajan por este bien social, donde se abordan experiencias como el dolor, la vida, la muerte de las personas, donde siempre circulan valores, creencias, ideologías y expectativas. El sentido entonces, debe ser la consideración de estos atributos, dando perspectiva integral, sistémica, preservando la direccionalidad del campo hacia sus objetivos fundamentales como la puesta en valor de acciones estratégicas para asegurar la calidad de vida, la asignación de recursos para los grupos de riesgo, la investigación e intervenciones para el desarrollo de políticas públicas realistas, con ajuste apropiado en la asignación de recursos humanos, materiales y financieros; la extensión de cobertura universal y equitativa en salud para toda la población.

 

Bibliografía

Burijovich, J., Sy, A., Drovetta, R. y Buhlman,S. (2022) Nuevo pacto por la salud en la Argentina postpandemia - Foro Universitario del Futuro Eje: Salud, prevención y estrategia sanitaria.  https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/salud_prevencion_y_estrategia_sanitaria.pdf

Erazo A. Un enfoque sistémico para comprender y mejorar los sistemas de salud. Rev    Panam Salud Pública. 2015;38(3):248–53.

Spinelli, H. (2010) Las dimensiones del campo de la salud en Argentina. Salud Colectiva, Buenos Aires, 6(3):275-293

Zabala, J.,Di Liscia, M. y Duarte Nunes, E. (2020)La incorporación de la mirada histórica al campo de la salud: ¿reconstrucción del pasado o discusión del presente? Salud Colectiva;16:e2716. doi: 10.18294/sc.2020.2716