Paradigma Sistémico: Una Ecología de la Interacción

Paradigma Sistémico: Una Ecología de la interacción
Doctora en Psicología Mónica Valgañon
El enfoque sistémico en la psicología surgió de los invaluables aportes que su mentor, el antropólogo y epistemólogo inglés Gregory Bateson, desarrolló en el Mental Research Institute (MRI), Palo Alto, California; junto a su equipo de colaboradores. Las ideas fundantes del enfoque sistémico se nutren de aportes provenientes de disciplinas no relacionadas directamente con las ciencias sociales, que Bateson anudó y arraigó en sus investigaciones con el equipo del MRI y que, tras su alejamiento de ese grupo a principios de la década de 1960, continuaron Paul Watzlawick, Don Jackson. Jay Haley, John Weakland, entre otros.
El pensamiento sistémico resulta una metateoría, una episteme más abstracta de las teorías de base que integra. Es importante posicionarse desde ese nivel de comprensión para participar de la perspectiva interaccional. Se trata de una epistemología de la interacción de lo vivo que incluye a las personas relacionadas en un entorno en permanente fluir relacional, recursivo y constante, propio de la biosfera, ineludible.
Bateson desde tempranas etapas de su vida, interesado profundamente por legado y por deseo propio en el mundo biológico del que formaba parte, estudió múltiples disciplinas tales como zoología, botánica, biología general; visitó las islas Galápagos y luego “estudió la fauna humana” [1] iniciándose como antropólogo cuando contaba con 25 años de edad. Sus conclusiones evidenciaban la relación ineludible del comportamiento de las personas anclado en el entorno de pertenencia, en interacción conjunta y simultánea en los procesos biológicos, sociales y culturales. Las conceptualizaciones derivadas de sus estudios iniciales, encontrarían mayor desarrollo al impregnarse de los aportes de la Teoría de Sistemas y la Cibernética, tomando en el MRI la dimensión de “escuela” o “línea” teórica de la psicología.
Con la publicación de la obra Teoría de la Comunicación Humana de Watzlawick, Beavin y Jackson (1986), se consolidó el corpus teórico del enfoque, que tendría un rápido y sostenido desarrollo en la psicología y en la psicoterapia (Fernández Moya, 2021).
Esta concepción entiende la conducta como producto de un proceso de intercambio con el ambiente del que forma parte, con el que se comunica, interactúa y se adecua, en un proceso recursivo de mutua influencia. Esta interacción a su vez, se produce de manera permanente y simultánea en múltiples niveles de mensajes recibidos – emitidos, en una suerte de “emirec” circular (emisor y receptor al unísono), (Valgañón, 2021a, p. 108). La recursión no es sólo con el sistema social, sino con el ambiente amplio, natural y ecológico (Wainstein, 2006).
El Corpus Teórico
Cuando Bateson en 1952 recibió el subsidio que le permitiría estudiar las paradojas de abstracción, venía imbuido de un “conglomerado de ideas” (Bateson, 1976, p.15), producto de su temprana y familiar experiencia con la ciencia, sus investigaciones antropológicas en Bali y el contacto con los desarrollos teóricos de Von Bertalanffy, Wiener, Russell y Whitehead (Lipset, 1991, López, Parada, Simonetti, 1995). Su trabajo en el MRI se enfocó en el proceso comunicativo en diversas fuentes, produjo junto a su equipo 63 publicaciones, entre las cuales se cuenta la paradigmática Thoward a Theory of Schizophrenia, editada en la revista Behavioral Science en 1956. Más tarde, en 1967, Watzlawick, Beavin y Jackson publicaron Pragmatic of Human Comunication, configurando con esta última obra, el corpus basal de la epistemología sistémica. Esta resulta un meta nivel en el que se integran los contenidos de cada teoría específica.
Exponemos sucintamente los conceptos centrales.
Aspectos centrales de la Teoría General de los Sistemas
La Teoría General de los Sistemas deviene de la tesis doctoral del biólogo austríaco Ludwig von Bertalanffy, presentada en 1925; en la que desarrolló ejes del funcionamiento biológico entendiendo la ligazón entre los componentes que conforman una entidad, la interdependencia éstos, su afectación mutua y la regulación interna de estas partes, consideradas como un todo, para adaptarse a las exigencias del ambiente. La tesis en sí, rompía con la dicotomía cartesiana dominante en la ciencia de entonces, proponiendo una mirada desde la conexión y la interrelación.
El biólogo, expresa que un sistema es una “entidad autónoma, dotada de cierta permanencia, constituida por elementos relacionados que forman subsistemas estructurales y funcionales. Se transforma dentro de ciertos límites de estabilidad gracias a regulaciones internas que le permiten adaptarse a las variaciones de su entorno específico” (citado por Valgañón, 2021b, p.163).
Los componentes se relacionan entre sí de manera que un cambio en uno provoca un cambio en los otros, este principio, de totalidad, muestra la interdependencia de los miembros del sistema. Edgar Morín (2005), añade, que el todo también es menos que la suma de las partes, ya que, para sostener la unidad del sistema, cada componente constriñe su potencialidad individual. Es decir que las partes se adecuan para mantener el funcionamiento sistémico que las integra.
Los principios desarrollados por Von Bertalanffy fueron aplicados a distintas disciplinas, además de las biológicas, como la psicología, constituyendo a la vez un modelo acerca de cómo entender otros procesos de intercambio.
Cibernética o la causalidad circular
El matemático Norbert Wiener en las conferencias de la Fundación Josiah Macy durante la década de 1940, expuso sus ideas sobre los “Mecanismos de retroalimentación y sistemas causales circulares en los sistemas biológicos y sociales” derivado de sus investigaciones sobre la autorregulación de los proyectiles antiaéreos (Lipset, 1991, p.202). Su trabajo tendría influencia gravitacional para la construcción del paradigma sistémico.
La Cibernética es una teoría sobre el control y regulación de la entrada y salida de la información (López, Parada y Simonetti, 1995); esta teoría alude a la capacidad de autorregulación de los sistemas entendiendo la retroalimentación o feedback que se produce en el flujo comunicacional. En consecuencia, una causa no produce un efecto, sino que el efecto retroactúa sobre su causa simultáneamente, convirtiéndose a su vez en causa “que vuelve a actuar sobre la causa original provocando un nuevo efecto; por ejemplo, A afecta a B, B a C y C nuevamente a A” (Fernández Moya, 2021, p. 191).
La explicación de la conducta se produce “en función de series y cadenas recíprocas de causa y efecto” (Lipset, 1991, p. 204).
Para Bateson (1976), la influencia de estos conceptos fue trascendental; él pensaba en el intercambio continuo de subsistemas entrelazados como el individual, el social y el ecológico en los que el influjo recíproco y la afectación en cada componente redundaban en nuevos cambios y adaptaciones intersistemicas. Los circuitos permanentes de retroalimentación que permiten comprender a la conducta humana dentro de la naturaleza biológica, psicológica, social, ecológica, multisistémica, de la que forma parte como ser vivo, en la que afecta y es afectado.
Influencia de la Teoría de los Tipos Lógicos
La Teoría elaborada por Russell y Whitehead en su obra Principia Mathematica de 1910 resultó un constructo epistemológico relevante en los desarrollos de Gregory Bateson.
La tesis central de esta teoría es que existe una discontinuidad entre una clase y sus miembros. La clase no puede ser miembro de sí misma, ni uno de los miembros puede ser la clase, no que el término empleado para la clase es de un nivel de abstracción diferente – un tipo lógico diferente- de los términos empleados para sus miembros. Aunque en la lógica formal se intenta mantener la discontinuidad entre una clase y sus miembros, consideramos que en la patología de las comunicaciones reales esta discontinuidad se quiebra de manera continua e inevitable (Bateson, 1976, p. 232).
El epistemólogo inglés fue el primero que transfirió el uso de estos postulados a las ciencias sociales y los aplicó para comprender los procesos de aprendizaje, el intercambio comunicacional y la realidad en general. Con base en estos constructos, consideraba “la posibilidad de que la realidad esté estructurada en una jerarquía creciente de niveles de abstracción, la cual al ser transgredida genera todo tipo de confusiones y situaciones insostenibles” (López, Parada y Simonetti, 1995, p. 160).
El concepto de deuteroaprendizaje, aprender a aprender, evidencia la perspectiva del ordenamiento jerárquico de los niveles de abstracción, al conformar un concepto de un orden lógico superior al del aprendizaje como tal. Al respecto, el deuteroaprendizaje, Bateson (1976), lo acuñó para diferenciar los niveles de conocimiento, en un orden más concreto se aprenden contenidos, tareas, conceptos y en un orden más abstracto se aprende el contexto de enseñanza.
Otra manera en la que usó la Teoría de los Tipos Lógicos, fue para distinguir los niveles de abstracción en los intercambios comunicativos. En estos se transmite como mensaje primario, contenidos, y como mensaje secundario el modo en que los contenidos deben ser calificados y entendidos; en consecuencia, el mensaje secundario, relacional, es de un nivel de abstracción superior al del contenido. Así también los mensajes meta comunicacionales, de contexto, son de un tipo lógico más abstracto que los dos primeros; por lo que sería posible plantear niveles cada vez más abstractos de mensajes percibidos en el instante comunicativo.
El ordenamiento jerárquico de los niveles de abstracción es central, su tergiversación produce efectos diferentes, tal como confusión, aunque también el humor y la poesía, que pueden ser entendidos como tal siempre que se puedan identificar e interpretar adecuadamente las señales meta comunicativas del mensaje. Esta capacidad para interpretar correctamente el tipo de mensaje está rota en los pacientes esquizofrénicos, quienes no pueden distinguir los niveles de abstracción ni tipos de mensaje.
Las ideas derivadas de la transferencia de la Teoría de los Tipos Lógicos a la comprensión de la comunicación en la conducta humana, las usó en la investigación con pacientes esquizofrénicos, arribando al popularmente conocido “Informe de doble vínculo”, que desarrollamos a continuación.
Acerca de “Hacia una Teoría de la esquizofrenia”
El artículo “Hacia una teoría de la esquizofrenia” fue publicado en la revista Behavioral Science, en 1956, surgió luego de las investigaciones realizadas con pacientes esquizofrénicos, en los que estudiaban las paradojas comunicacionales y proveyó una posible explicación sobre la génesis de la enfermedad. Sin embargo, sus aportes y derivaciones fueron más allá, constituyendo un cambio en la concepción sobre los procesos psicopatológicos y sobre la explicación de la conducta.
Bateson, Weakland. Haley y Jackson en 1956, consideraron que para que se dé un proceso de doble vínculo en la esquizofrenia, deben presentarse algunas condiciones: a) dos o más personas b) experiencias recurrentes, c) un mandato primario negativo d) un mandato secundario contradictorio con el primero, más abstracto, reforzado con señales que ponen en peligro la supervivencia y e) un mandato terciario que impide salirse de la relación (Bateson, 1976). El portador del síntoma, la “victima” aprende a comunicarse de manera incomprensible como una salida viable, disfuncional, dentro de la trama relacional en la que se encuentra.
El proceso comunicacional tiene lugar en tiempo presente, no utiliza la explicación de la patología como consecuencia a una serie de vivencias traumáticas reprimidas del pasado como lo proponía otros enfoques psicológicos psicoanalíticos. Explica un modo de relación en la que los participantes equilibran cualquier proceso de cambio manteniendo la pauta organizativa que los une (Valgañón, 2021a).
Los autores revelaron al síntoma de un individuo en su correspondencia con el sistema relacional del que forma parte, en el caso del esquizofrénico, “tiene que vivir en un universo donde las secuencias de acontecimientos sean tales que sus hábitos comunicacionales desusados, resulten adecuados de alguna manera (Bateson, 1976, p.235). Señalan entonces el carácter adaptativo de la conducta disfuncional.
La conducta patológica responde a la constancia de un patrón de comunicación forjado entre los comunicantes, es decir que las personas que integran el sistema comunicacional participan de la génesis y mantenimiento de la conducta sintomática. Los investigadores del MRI encontraron que la comunicación se expresa en canales verbales, no verbales y contextuales, es multidimensional y recíproca, sus formas devienen en sostener la pauta interaccional.
Los comunicantes “no pueden escapar del campo” (Bateson, 1976, p. 237), es decir no pueden meta comunicar, distinguir, expresar lo que sucede, romper el patrón relacional en el que se ven atrapados en el circuito mantenedor, entendiendo que el síntoma lo “porta” un individuo, pero es producto de una trama de relaciones.
La propuesta explicativa sobre la génesis de la esquizofrenia produjo, para la psicología, un giro copernicano en el modo de entender la conducta, que pasó de la explicación individual de un trauma inconsciente reprimido, a la pauta comunicacional en las relaciones interpersonales.
Planteos de la Pragmática de la Comunicación Humana
La obra de Watzlawick, Beavin y Jackson publicada en 1967, desarrolla los efectos de la comunicación en el comportamiento. La conceptualización que proponen sobre comunicación adhiere a los postulados que venían convergiendo en los trabajos de Bateson, por lo que los intercambios comunicativos tienen una lógica circular o cibernética, de efecto mutuo y recurrente.
La conducta es entendida como mensaje, produce un efecto, es – con- otro, por ende, es una conducta social que se desarrolla en un contexto que le da sentido y significado. Los efectos son mutuos, recursivos, no hay emisor y receptor estrictamente en el intercambio, ya que los mensajes (o la conducta) en el mismo momento de estarse “emitiendo” se está “recibiendo” dentro de un entorno comunicativo.
Asimismo, los mensajes metacomunicativos implícitos presentes en la comunicación, se transmiten en diversos niveles de abstracción jerárquicamente organizados, percibidos al unísono. Siguiendo esta línea, el lenguaje verbal es sólo un canal, en el intercambio complejo de mensajes. La conducta no verbal en sus múltiples manifestaciones forma parte irreductible del mensaje, asumiendo un carácter primario (de forma) o secundario (de fondo), de acuerdo al intercambio puntual que se trate.
Los autores, (Watzlawick, et. ál. 1986), elaboraron cinco proposiciones centrales que identifican la teoría, conocidas como los Axiomas de la Comunicación y aunque no es objeto de este apartado el desarrollo específico de los mismos, vemos en el primero, una significancia gravitacional del pensamiento.
El primer Axioma enuncia: “Es imposible no comunicar” estableciendo de esta manera la imposibilidad de no poder dejar de comportarse. Toda conducta es comunicación e implica un intercambio con un entorno. No existe la “no conducta”, por lo tanto no hay posibilidad de dejar afectar y de ser afectado, ni de dejar de comportarse, ni de relacionarse.
La Teoría de la Comunicación Humana, constituye un modo de pensar los procesos de intercambio, no sólo las maneras de expresión de mensajes verbales.
En síntesis, el corpus teórico que forma el pensamiento sistémico sostiene un modo de entender que cada comportamiento implica una propuesta relacional dentro de un todo que le da sentido. Cada comportamiento se desenvuelve en una escena, en un contexto social, cultural, histórico, ecológico al que afecta y es afectado, en una suerte de recursión permanente, multiniveles. Desde esta perspectiva, los recortes que realizamos para entender los fenómenos, resultan focalizaciones temporarias, de una dialógica interaccional recurrente, que nos permite conocer una parte del proceso interaccional que puntualizamos (Najmanovich, 2019).
En el mito batesoneano la comprensión emerge de la interacción, el sujeto negocia continuamente con la naturaleza y con los otros y crea experiencias recurrentes. Esa experiencia recurrente genera categorías y formas de entendimiento que se aplican de una experiencia en otra. Así, todo entender es extender la metáfora de un dominio sobre otro. Toda realidad es “ficcional” y todo entender se vuelve “tautológico”. (Wainstein, 2006, p. 17).
[1] Así le indicaría en una carta a su madre del 21 de julio de 1925 Beatrice Durham, su voluntad de estudiar la cultura Iatmul (Lipset, 1991).
La Pauta que conecta
El pensamiento sistémico nos provee de una episteme que considera la interacción recursiva y compleja, socio biológico y ecológico de la “creatura” humana con su ambiente relacional, junto al que forma la traza de la vida y de su devenir.
El mentor fundacional de esta epistemología, el maestro Gregory Bateson, nos legó una metáfora de sencillo enunciado y profunda significación:
¿Qué pauta conecta al cangrejo con la langosta, a la orquídea con el narciso y a los cuatro conmigo? ¿Y a mí contigo? ¿Y a nosotros seis con la ameba, en una dirección y al esquizofrénico retardado, en la otra?” (Bateson, citado en Wainstein, 2006, p.10)
Enlaza en sus planteos epistemológicos la relación integral de lo vivo.
Tal vez sirva como metáfora de nuestro posicionamiento conceptual la figura que presentamos a continuación:

Observamos una parte del funcionamiento cerebral. Todo el sistema de relaciones neuronales se encuentra constituido y ramificado, aunque no aparezca en el centro de la imagen. Todo el sistema se encuentra funcionando, existen sinapsis en curso. También, la imagen enfoca una sinapsis mayor, más potente, con un flujo más grande de información en intercambio, sólida, relevante.
Así, la interacción general sería los miles de conexiones neuronales, los intercambios focalizados del funcionamiento cerebral, las sinapsis; y el nodo relevante que observamos más brillante y de mayor tamaño, muestra la focalización temporaria en una interacción que centraliza el intercambio dentro del amplio sistema de relaciones presentes, mientras un observador la distinga.
Referencias
Bateson, G. (1976). Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires; Lohlé.F
Bateson, G. Weakland y Haley, J. (1976). Hacia una teoría de la esquizofrenia. En Bateson G., Pasos hacia una ecología de la mente, 231-242. Buenos Aires; Lohlé.
Fernandez Moya, J. y col. (2021). En Busca de Resultados. Mendoza, EdUDA