Universidad del Aconcagua

Resiliencia y educación en contextos inciertos

Resiliencia y educación en contextos inciertos


Por el Dr. Enrique Ruiz Blanco. Doctor en Educación, Coordinador de Educación a Distancia (Universidad del Aconcagua), Analista de Sistemas (Universidad de Mendoza), Especialista en Docencia Universitaria (UNCuyo) y en Entornos Virtuales de Aprendizaje (Virtual Educa – Organización de Estados Iberoamericanos). Científico Investigador del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales y Administrativas de la Universidad del Aconcagua.

La clase va a comenzar y al abrir la sesión de Zoom todos saludan, algún comentario de ocasión y apagan el micrófono. Se sabe, los micrófonos se silencian después del saludo, se activan para responder una pregunta y se vuelven a silenciar. Son parte de las nuevas costumbres sociales que tanto docentes como alumnos aprendieron a partir de la pandemia Covid-19. Solía ser una habilidad propia de la radio y ahora es parte de la cultura popular. Lo mismo que la edición de videos para YouTube, las narrativas multimedia y transmedia, el trabajo colaborativo con herramientas en la Nube y el cursado dentro de las plataformas educativas. Todas estas destrezas técnicas propias de la empresa y los medios de comunicación permearon en el ámbito educativo en tiempo récord.

Todo lo que podíamos hacer y no imaginábamos

Con el resultado a la vista, queda claro de todos podíamos hacerlo. Sin embargo, apenas unos meses atrás parecía algo impensable. Más de un docente se rehusaba a acercarse a las tecnologías ¿Quién hubiera dicho, en aquel entonces, de todo lo que eran capaces? Por comenzar, los expertos. Desde autores como Marshall McLuhan o Nicholas Negroponte hasta Johannes Knierzinger, los teóricos de la educación mediada por tecnología siempre han sostenido que para dominar los medios (y los miedos) tecnológicos hay que darse a la labor de usar la tecnología. Sólo eso. No hay más secretos. Animarse a usar la tecnología.

Sin embargo, los docentes pensaron que no eran capaces. Las nuevas tecnologías causan disrupciones en el estilo de vida. Generan un cambio de ritmo y de escala. Todo se vuelve más rápido, más eficiente, más masivo. Si bien, en general, las tecnologías introducen mejoras en la cotidianeidad, el primer momento es de estupor. Las nuevas tecnologías nos hacen sentir que perdemos el control. Miedos que Hollywood ha sabido explotar fructuosamente con películas de robots asesinos y computadoras que quieren dominar al mundo.

Marshall McLuhan argumenta que las tecnologías amplifican las capacidades de la persona. Quizás este sea el postulado singular de mayor importancia: Quiere decir que, si un docente dicta buenas clases, con la tecnología adecuada lo hará aún mejor. Si un alumno disfruta de aprender, con millones de recursos en la Web, su curiosidad no encontrará límites. Este es el escenario que habían imaginado visionarios como Nicholas Negroponte cuando pensaron en todo lo que la tecnología podía ofrecer a la Educación.

El problema es que los docentes nunca sospecharon que todo esto fuera posible. Apenas un año atrás, las discusiones acerca de la tecnología en la educación cerraban filas con argumentos como: “Nada reemplaza el contacto humano del aula”; “El modelo presencial es aquel en el que tenemos más experiencia”; “Una computadora no reemplaza al maestro”; “Las tecnologías son para las nuevas generaciones”; o “Yo necesito ver a mis alumnos” -por mencionar solo algunas-. Más que intentar desarmar estos argumentos, que tienen su lógica, lo interesante es que se estaba comparando lo conocido con algo nuevo. Algo que no se había intentado antes.

Más aún, todo intento institucional o gubernamental por acercar a los docentes a la tecnología terminaba en callejones sin salida. Desde el reclamo por la formación en tecnologías hasta incentivos para proyectar el cambio, todo terminaba siendo un impedimento. Posturas que, por cierto, venían respaldadas por los gremios.

La trampa de la formación docente

El problema con el enfoque de la formación docente es que la tecnología avanza más rápido que la educación. Por eso, pensar en nuevos currículos para las carreras de formación docente siempre fue una batalla perdida. Aunque las habilidades informacionales ingresen al aula, para cuando el docente en formación se reciba, esas mismas tecnologías habrán quedado obsoletas.

De allí que la solución pasa por actualizarse sobre la marcha. Martin Weller habla de la Pedagogía de la Abundancia porque hoy podemos acceder de forma rápida y gratuita a la infinita información de la Web. Todo aquello que solía constituir, en otros momentos, el núcleo de la educación escolar, ahora puede ser consultado, comentado, debatido y compartido en las redes. Todo lo que necesitamos saber está a un clic de distancia.

El poder de la vocación

Los resultados que estamos viendo hoy no podrían ser más alentadores. Alumnos que aprendieron a leer y escribir con clases virtuales. Docentes que enseñaron lo impensable a través de la tecnología como música, teatro o educación física. Tiempos que se volvieron tan líquidos como la Modernidad de Zygmunt Bauman y padres devenidos en tutores. Muchas actividades se detuvieron a causa de la pandemia, pero la educación siguió mejorando.

Llamamos resiliencia a la capacidad para superar la adversidad. Los docentes se adaptaron al uso de la tecnología porque era el único camino que quedaba para llegar al alumno. No es que abandonaron todo aquello que defendían de la educación presencial; tampoco es que superaran sus miedos. Fue el simple hecho de que, sin otro camino por recorrer, hicieron todos los esfuerzos y superaron todos los obstáculos porque los alumnos los estaban esperando. Eso es vocación. Y la mejor lección de todas.

Paradójicamente, la tecnología jugó un papel secundario en esta historia. Cuando no había acceso a Internet, los docentes dieron clases desde la radio del pueblo. Se repartieron cuadernillos que llegaban de Nación en un esfuerzo conjunto con la Dirección General de Escuelas. Hubo clases de alta y de baja tecnología. La creatividad echó mano de todos los recursos a su alcance.

Knierzinger lo ilustra con una metáfora: Las TIC son como el fútbol, para que un partido sea interesante, necesitamos buenos jugadores más que mejorar la pelota.
Estos son nuestros docentes. Los mejores jugadores de toda la cancha.


Consultado el 26/03/2021 https://www.losandes.com.ar/opinion/resiliencia-y-educacion-en-contextos-inciertos/